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JulEditorial dolor
En los últimos días he adquirido un creciente interés por algo que podría llamarse “la entrada en el monasterio.” No me refiero a la de los monjes, sino a la de los investigadores que, de una manera u otra, se acercan a los fondos documentales o manuscritos de un monasterio y se apropian de ellos, o, si se prefiere, heredan estos fondos pasando a ser casi uno con ellos. Naturalmente que se trata de una apropiación estrictamente metafórica o más bien metonímica: la apropiación intelectual y académica tiene como resultado la presentación, a través de un trabajo de edición, de los fondos correspondientes, ya sea por extenso o regestados de acuerdo con cierta técnica propia de las ciencias históricas y diplomáticas.
Este tipo de trabajo tiene un valor inestimable. La retórica de los prólogos a estas colecciones documentales está frecuentemente teñida de disculpas, de temor reverencial al documento y al archivo en que se encuentra. Algunos lo vivieron con sufrimiento y con dolor, y, ante todo, con el dolor de ver que su trabajo nunca iba a ser “debidamente estimado.”
Esto es lo que siente Eduardo García de Diego cuando en 1933, a los 47 años, siendo profesor temporal de la Universidad de Murcia (accidentalmente, dirá él), publica sus Glosarios latinos del monasterio de Silos:
Al empezar este trabajo abrigo el temor de que no va a ser debidamente estimado: es la triste recompensa que obtenemos los que nos dedicamos a estos estudios. Para unos no será más que un diccionario más o menos copioso; para otros una serie de frases latinas corrompidas y deformadas; pero nadie apreciará la labor benedictina que supone la copia, cotejo y estudio de los manuscritos ni contará la suma de horas, días y meses que el autor ha tenido que estar inclinado sobre la mesa de la Biblioteca Nacional de París. No es a ese público profano e ignorante a quien va dirigida esta obra, sino a los hombres estudiosos que investigan y analizan el periodo, por todos conceptos interesante, de gestación y nacimiento de la hermosísima lengua castellana.
En España no se ha hecho y probablemente se tardará bastante tiempo en hacer un estudio del Latín español en la Edad Media. Este trabajo solo aspira a reunir materiales para hacerlo y sacar a la luz pública unos códices netamente españoles que salieron de nuestra patria para no volver más y que se conservan en su mayor parte inéditos olvidados en los anaqueles de una Biblioteca.
Nada más importante para conocer el latín español que estos Glosarios de los siglos X y XI en donde a través de esas palabras que parecen corrompidas y deformadas pueden sorprenderse fenómenos fonéticos interesantes, léxico desconocido y acepciones nuevas que explican puntos oscuros y problemáticos, objeto de estudio de nuestros eruditos y filólogos.
He de dar en primer lugar las gracias más rendidas a la Universidad de Murcia y en particular a su Rector D. José Lostau y al Decano de la Facultad de Filosofía y Letras D. Cayetano Alcázar por la benévola acogida que han dispensado a un individuo que solo accidentalmente pertenece a su Claustro de Profesores y por haber orillado con toda gentileza cuantos obstáculos se oponían a que la publicación de esta obra llegara a feliz término.
Tal vez olvidado el precepto Horaciano he tomado sobre mis hombros una carga demasiado pesada; pero confío en la benevolencia del lector, que dándose cuenta de la magnitud de la obra, disculpará los múltiples defectos.
No es menos cierto que un colega del profesor García de Diego le había propinado años antes, en 1918, el siguiente informe ante la publicación de su gramática latina [1], en la que incorporaba las investigaciones lingüísticas de los más modernos teóricos, incluyendo a Saussure, muerto sólo cinco años antes, o a Vendryes:
En efecto, en toda esta Gramatica se nota un cierto hálito de extranjerismo, no solo en la doctrina sino tambien en la forma de exposición y hasta en cierto sentimiento que se transparenta: Como si al tratar de introducir en España las novisimas direcciones de la ciencia, no se hubiera procurado someter las nuevas doctrinas a honda y personal elaboración que las convirtiese en asimiladas y propias. Esta no excluye el que se cite la autoridad de aquellos sabios extrangeros (sic) que hayan ido delante en la investigación de nuevas verdades; la justicia exige y la probidad literaria obliga a ello y aún agradecer la labor cientifica por muy extrangera (sic) que sea; pero no es de alabar esa delec/fol.2v/tación morosa en conservar las envolturas exteriores, con las etiquetas ymarchamos (sic) que se pegan a la superficie en los viajes o al paso por las aduanas; porque eso sugiere el recuerdo de la vanidad de aquellos q (sic) que se ufanan de poseer ellos solos objetos exoticos o peregrinos con la satisfacción de creer que nadie mas que ellos los poseen, con las marcas de las fabricas extrangeras (sic) en que se construyeron. El proposito de acomodar la obra al entendimiento de tres categorias de personas colocadas en grados distintos en su formación cientifica: para tiernos chicuelos jovenes universitarios y opositores a catedras le ha obligado a prensar y comprimir la materia. En un pequeño volumen de 191 paginas ha expuesto tan ingente multitud de hechos historicos de lengua latina tan magna serie de observaciones cientificas de fonetica morfologia y tematica, que se h(sic) ha visto precisado a adoptar un estilo telegrafico y aún a siglas y abreviaturas de autores obras y palabras que están pidiendo a voces una tabla donde se explique o desci/fol. 3r./ fren. Tabla que no aparece por ninguna parte. Quizá reserve por razones pedagogicas, a la intervención personal de maestro la solución de esos problemas. El hecho de la enseñanza es muy complicado y no basta fijarse en un libro de texto para inferir las consecuencias. Un buen pintor pinta un cuadro primoroso con ruin pincel uno malo pinta mal aunque se sirva de los mejores pinceles que se ha fabricado en el mundo; y el libro para el fin de la enseñanza es un instrumento nada mas. Ahora bien aprte(sic) de las reservas apuntadas que se refieren a aspectos en cierto modo accidentales hay que reconocer que la obra está henchida de caudalosa abunadnte (sic) doctrina selecta; ofrece novedad o interes en casi todos los tratados o materias que n (sic) constituyen el fondo es patente la plausible tendencia de estudiar las formas historicas de la lengua latina único modo de darse cuenta de su evolución y de los efectos de su virtud prolifica; toda la obra está informada de un espiritu de analisis llevado al exmen (sic) minucios (sic) de todos los elementos formale (sic) /fol.3v/ de las palabras de clasificación metodica, y de general coordinación, cualidades todas que denuncian los meritos relevantes que como estudioso y entendido posee el autor. Por esa consideración, que es despues de todo lo mas fundamental, cree el que suscribe que esta Gramatica tiene condiciones para ser tenida como de merito (sic) en la carrera del autor.”
Footnotes:
- El documento, así como otros datos sobre la vida de Eduardo García de Diego, se hallan en los archivos del IES Jorge Manrique de Palencia ↩